Un
cuerpo, un cuerpo hace brote con otro cuerpo. Pero es un cuerpo el que tiene
todo, el que destella, irradia, crece, cae, vive, muere, un cuerpo.
Dos cuerpos ya son otra cosa.
Se reconocen, se recorren, se abrazan, se acarician, se mecen, se olfatean, se
permiten, dialogan en silencio, se respetan, se comunican, se necesitan, se
distancian. Todo es de otra manera, ya no es igual, que mágicos y concretos son
los cuerpos. Los cuerpos son indescifrables, también por momentos
menospreciados, casi no los reconocemos, quizás somos más conscientes de ellos
cuando nos duelen, porque no es lo mismo cuando nos dan placer. Sin embargo,
son los mismos cuerpos, ¡¡¡misterio!!!, aunque no tanto, vamos con ellos, nos
cobijan, nos permiten sentir, tocar, acariciar, y también al revés, y todo
esto, creo, es más que hedonismo.
Un cuerpo es un instante
cargado de historias. Nos habla, nos dice algo, mucho no lo escuchamos, pero
podemos comenzar a hacerlo, cada uno como mejor puede. Un cuerpo es un mapa, un
espíritu humano, un sentir, una acción amorosa. Hacemos lo mejor que podemos
con él. Reconocer el propio cuerpo es una gran tarea, es lo más cercano a
nosotros mismos que tenemos.
Seguro que la amorosidad con
nuestro cuerpo nos traerá buenas nuevas, y sino valió el intento.
