Sentir
un beso, unos labios con otros en ese juego de miel que endulza lo justo. Un
beso que permite contacto, con-tacto, que sutil el encuentro, un beso
con-tacto, percibiendo al otro, a otro ser que encuentra tus labios y los
siente también con-tacto, porque así lo siento. Un beso que humedece el ser, o
eso que uno cree y siente como íntimo, delicado, amoroso, un beso que humedece
tu ser, los seres que vibramos con esos besos. Labios, lenguas, dientes, dedos,
todo hace un sonido de silencio, un sonido con vibración, un sonido
potente que conmueve. Un silencio de música viva, como lo vivo de ese beso, de
esos besos. Esos besos que llegan hasta tus pies, esas manos que se entrelazan
y sutilmente se atraen y se perciben y se deleitan. Parece solo sensual, pero
no lo es, es sensual y algo más. Las manos que suavemente acarician ese preciso
cuerpo, delicado, sensible, sublime, un cuerpo que tiene su alma, su espíritu que
lo protege y ambos arman esa esencia única, irrepetible, compacta y frágil, amorosa
y necesitada, ansiosa y eterna.
Ese
beso, esos besos que procuran atisbos de luces que centellean rayitos de pasión
y encanto.
Ese beso,
esos besos. ¡¡¡Hay de ellos, hay de mí!!!
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